La muerte,
algunos huyen, otros la abrazan, pero es el desastre que abre tus ojos, sobre
todo ante la desdicha de contar con quienes dicen ser tus amigos. Palabras vanas
que se las lleva el viento en labios interesados, por estar conformes con lo que pueden atrapar
y no agradecidos con lo que les sigue.
Algunos consideran
que la sangre derramada es la luz al final del túnel. Tus ojos se abrirán una
vez tu cuerpo haya caído e incluso los que te abrazan con hipocresía dirán unas
palabras de consuelo.
Habremos
algunos que preferirán una muerte con su
espada y escudo y no con la sonrisa falsa de un falso amigo. En lo personal aún
no creo en ellos, y los que se hacen llamar mis amigos hoy en día, en realidad
no saben lo que dicen. No soy amigo de nadie.
Los tiempos
cambian, las mentes y los corazones para desgracia de otros también. Pero mañana
morirán muchos y si mi presencia no está, no deberán extrañarse, yo tampoco
espero la presencia de ellos en la mía, y la realidad es que tampoco la quiero.
No tengo miles
de años encima, pero tampoco nací anoche. Yo sabré alejarme de quienes me consideran,
para no perjudicarlos con mi muerte mañana. Un hombre que se aleja, es un
hombre que sus propias batallas genera.
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