17 de febrero de 2019

A la gloria... ¡Y más allá!


Toca estar muy de buenas en esta vida, para ser reconocido como un luchador. He estado en miles de terrenos peligrosos, he salido victorioso de todos. Esas luchas nadie las conoce, excepto el espejo, el brillante y mágico espejo.  Las mayores sonrisas se formaron mediante lágrimas de sal y sangre; del corazón.



Lo bueno de la vida es que por más que te vaya mal, siempre hay alguien que te alienta y está a tu lado, para librar mil batallas más. Gloria, grandiosa y amada gloria… la que todos necesitamos a nuestro lado, la que todos buscan y quizás no sea fácil de encontrar. Así es la vida, toca llevarla sin afanes, sin prejuicios, sin angustias, sin pesares, sin dolor… sin morir.

Toca estar muy de malas en esta vida, para no ser reconocido como un luchador, cosa que solo le pasa a los miserables sin sentido, pero que sobreviven a punta de fervor.  Las mayores sonrisas no se reflejan en la tribulación, se reflejan en la lucha constante de un hombre solitario, sin ánimos y sin calor. ¿Dónde está mi gloria? ¿Acaso debo abrir mi boca para que conozcan mi dolor? Tráiganme la gloria que el silencio me robó. Quiero enseñarle como se pone de pie un hombre que se volvió su propio aliento; espada y escudo.

Lo bueno de la vida es que por más que te vaya mal, siempre hay alguien que te alienta y está  a tu lado, para librar mil batallas más;  en el espejo la encontrarás, la misma que sonrisas te dará, aunque lágrimas de sal y sangre se vean reflejadas saliendo de tus ojos marchitos y sin nada más que dar. Cuando te vuelvas a preguntar, como yo, ¿Dónde está mi gloria? Asegúrate que sea en tu intimidad.