Mi cara se enciende, resuenan las
paredes curtidas con mayonesa, y una que otra lata de fracasos cae sobre mis
pies, tan inútil yo, que no tengo tenis. Ya había ocurrido, en el pasado era mi
pan de cada día. Ya me había fijado en otros azules; oscuros, suaves, melodiosos,
y algunos opacos sin profundidad, y sin matices.

Mañana volveré. Me sentaré
mirando a los ojos y dejaré en el aire todos los azules que desee alguna vez
tener. El rojo me seducirá con su calor.
No solo encenderé mi cara, lo haré con todo mi cuerpo, de lo único que estoy
seguro es que mi mano sobre mi cielo solo me abrirá las puertas del infierno;
gris. Y el negro triunfará en medio de las llamas reales.