Las tardes se me hacían algo
pesadas, las noches muy ligeras, y el universo entero muy absurdo.
Recuerdo las tardes grises, eran
poesía para nuestro deleitar. Las noches
congeladas eran el pretexto idea para palomitas que no existían, y
veladas fantásticas frente a la caja mágica. No eran simples tardes y melosas
noches, eran momentos.