Trata de levantarse pero el dolor no la dejaba en ese
momento juan llegaba y la abrazo tan fuerte que todas sus penas mato. Eso creía
ella pero la realidad era distinta.
-no tienes por qué estar aquí, vete ya- le dice ella con su
mirada al horizonte, una mirada que se perdió en su propio inconsciente. La
mira fijamente y toma su mentol y dirige la mirada a sus ojos –no vale la pena.
Ya has escogido el camino, el amor, eso que tanto buscabas ahora te encontró,
ve y búscalo, ya no te ahogues más , buscas el sentido pero sin mirar atrás.
-no quiero mirar atrás, pero ahí estas tú, esperándome y así
no puedo más, mis sentidos se aíslan y ya no pueden nadar, ahora…dime tu que
hacer, ¿dime qué hago?-lo dice con furor, el sentimiento que guardaba por él se
le escapo. La toma por sus manos y la levanta, sacudiendo el polvo de su
vestido, la habitación se oscurece, como si el sol se hubiese apagado, en eso
se escucha una voz, al escucharla Julieta no duda en pronunciar su nombre pues
lo reconoció.
-¡Gregorio! Eres tú, lo sé, conozco esa voz, esa voz que me
cantaba al oído esas canciones de amor. Juan no soporto y de la mano la tomo,
la fuerza en sus manos mostraba el gran furor y mientras la halaba en medio de
la oscura habitación gritaba –lárgate ladrón, ¡lárgate! No sé qué más quieres
aquí tirada estaba llorando por ti a
viva voz, ahora respóndeme, ¿mereces tú el amor de ella, ladrón?
ALEJANDRO A.
