Mi cara se enciende, resuenan las
paredes curtidas con mayonesa, y una que otra lata de fracasos cae sobre mis
pies, tan inútil yo, que no tengo tenis. Ya había ocurrido, en el pasado era mi
pan de cada día. Ya me había fijado en otros azules; oscuros, suaves, melodiosos,
y algunos opacos sin profundidad, y sin matices.
