La vida es tan cruel con mis sentimientos, le vale una total mierda lo que yo piense, ella ha tomado posesión en mi cerebro y me hace pensar cada día en lo triste que es mi caminar, en lo ridículo que me veo al tratar de recuperar algo que he entregado a voluntad, eso me pone nostálgico, siento como si en realidad ya no tuviera conciencia de lo que hago, algo ajeno a mí ha tomado las riendas de un porvenir que no veo nunca, que se esparce como las cenizas; las mías.
Cunando tenía ocho años las cosas
eran más simples, nada te importa de verdad, no sabías que era la vida y la
vida no sabía nada de ti. Todo en mi entorno era negro o blanco, no había azules
inmersos, ni amarillos en el horizonte, los rojos fervientes solo estaban en
mis sueños inertes e incluso los verdes solo estaban bajo las sombras cerca de
las aguas, todo era realmente hermoso, nada era irreverente, nada contenía matices,
todo era sólido y coherente. Cuando tenía ocho años, no sé ni quien era; era
solo un ser humano sin la necesidad de estar inmerso en las profundidades de
mis pensamientos.
Aquí estoy, y veo como el fondo
es tan limpio y cristalino; inmerso en mis pensamientos. En la superficie todo
es un caos, cruel, devastador, injusto, preferencial, egoísta, asqueroso,
indeseable, tormentoso, amargo, hipócrita, falso. Prefiero estar inmerso,
aunque en mi superficie la vida siga siendo cruel con mis sentimiento. Soy un fatal conflicto.