Caminaba por el valle, todo tranquilo. De repente una
nube cambio su color y se posó sobre mí, tan temible y desgarradora, arrebato
mis alegrías y mis esperanzas. Mis piernas perdieron sus fuerzas, mis brazos su
balance, mis ojos su perspectiva, mis oídos su sensibilidad y mis labios su
aroma. Todo mi cuerpo se disolvió y los trozos de mis pensamientos alzaron sus
alas y volaron a la luz del sol.
Hoy no puedo caminar con las mismas piernas que perdí,
hoy me toca sembrar unas nuevas, más fuertes, más resistentes, que no tenga
miedo del camino, que brinquen y que vuelen a la velocidad de la luz.
Hoy no puede usar los mismos brazos, hoy debo balancear
mejor mi futuro.
Hoy no puedo mirar con los mismos ojos, hoy debo limpiar
mi retina y observar un nuevo porvenir, desde otra perspectiva.
Hoy no puedo escuchar con los mismos oídos, hoy debo
dejar de ser sensible a lo que me hace daño y parar oreja a lo que me hace
crecer, hoy debo escuchar con oídos más retenedores de los bueno.
Hoy no debo mover más labios para percibir aromas, hoy
debo usar mis labios para trasmitirlos.
Hoy debo caminar, vencer obstáculos, tomar decisiones,
tener alternativas y confesar prosperidad.
Hoy debo ser yo mismo. Un cuerpo lleno de vida.
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