Me ha estado pasando algo muy raro. No es algo que pueda conversar tomando un café. De hecho es algo que no puedo decir, mis palabras enmudecen y solo me queda mirar el espejo y escuchar mi ojos murmurar “si quieres llorar, hazlo”
En momentos mis manos se congelan, se pierde la sensibilidad que las caracteriza. No sé cuántas cosas más he perdido, o perderé. Lo más charro es que no he conseguido nada. Lo más tonto de mi vida es que no he sido dueño de nada… y de nadie. Y los momentos se vuelven cada día más grises, los colores se vuelven solubles e inestables, un mar de lluvias acidas caen sobre mi pecho, y se abre con despacio, con fuerza, y dolor. Alguien ya había leído mi diario, y me dijo que todas mis letras están rotas. Lo supe desde hace un tiempo, y no quise aceptarlo. Supe que todas mis lágrimas ya habían caído en mis líneas, y poco a poco esos momentos con ellas también los estoy perdiendo. Desaparezco… es como si fuera a morir joven, pero en realidad es porque sí estoy roto. Estoy roto, un poco, mucho, lo estoy.
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