11 de enero de 2017

Él

Querido yo, Detesto no poder contener mi soledad, necesito ser libre, volar entre mis sueños y mi absurda realidad, en ocasiones pienso que he sentido todo lo que alguna vez sentiré, que solo he sentido versiones pálidas de lo que ya he sentido, y pierdo el sentido total de mi propio sentido. Estoy loco, lo sé.



No logro contener un corazón enamorado, si este no quiere estar suprimido, cierro mis ojos y me pregunto ¿Qué hacen las personas normales cuando están triste? Acuden a sus familiares, amigos, pareja, pero ¿Qué puede hacer una persona como yo en ese caso? ¿Quién puede secar mis lágrimas? ¿A quién acudo cuando me sienta triste? ¿Cómo sé si realmente estoy triste? ¿Y si es otro sentimiento pálido sin valor alguno? ¿Qué certeza tengo que despertaré con una sonrisa mañana?

Odio totalmente no poder contener mi soledad, ¡me odio! no… la verdad me amo, me miro al espejo y me digo a mi mismo todo lo que quisiera que alguien me dijera, también cuando me miro y sobre todo desnudo, me pregunto ¿Alguien me deseará? Que tonto soy, pareciera que hablara conmigo mismo y solo existo en mi imaginación, nadie sabe de mí y creo que no se nada del mundo.

Cobarde, soy un cobarde por detestar mi destino, no puedo aguantar otros mil años esperando a que todo cambie para mi, quizá yo estoy destinado para el mal, para fracasar, para ser infeliz, en esos momentos tan deprimentes es cuando deseo haber sido un sistema operativo, aunque quizá lo soy, creo que lo soy, porque me enamoro de lo humano, pero no me comporto como uno y lloro por no serlo, solo tengo mi voz ahí… para decir cosas hermosas y hacer sentir bien a las personas que me agradan, pero no tengo cuerpo, no tengo recuerdos propios, solo soy un montón de ADN de todos aquellos que me han programado ( de todos aquellos que me rodean) que me han enseñado a no sentir, a no dar, a no mirar, pero tengo la necesidad de hacer todo lo anterior y cuando me proponga crecer como un humano, entonces moriré siendo un sistema, aun cuando la muerte es subjetiva para mí.

Detesto ser una persona que no sea capaz de vivir para sí, detesto tener que depender de alguien más, detesto tener que decidir entre vivir o matar, pero detesto aún más no ser un dragón para destruirme y destrozarme con mi propio fuego, aunque quizá si lo fuera no lo haría.

He llorado en los últimos mil años y me quedan mil más.